lunes, 5 de julio de 2010

Las palabras que merecen ser dichas son aquellas mejores que el silencio



Una de las tantas cosas que me enseñó Walsh es que nadie sabe quién es hasta que no se encuentra frente a una situación extrema. Es decir, que el estilo de un escritor no es su manera de escribir, sino su manera de vivir. Por eso mismo, lo que lo compromete es su actitud ética en el mundo. Lo que cualquier hombre compromete es su persona. La persona es totalmente cuerpo y totalmente espíritu, como lo definió Mounier: eso es lo que se pone en riesgo. Uno se compromete porque tiene una idea del mundo, anterior a la literatura, por la que acaso daría la vida, y al final de cuentas, como decía San Mateo: "Si lo das todo menos la vida, has de saber que no diste nada". El cuerpo es el único lugar donde se pone a prueba el compromiso del espíritu.

Las cadenas más difíciles de romper son aquellas que han sido elegidas.

lunes, 14 de junio de 2010

Poema de Eduardo Galeano al único Dios viviente

"Jugó. Ganó. Meó. Perdió.
Cada uno sabe lo que vale, ¿no pichón?
Porque en lo que uno juega, esta lo que uno es.
Porque jugar en la cancha y jugar en la vida, son lo mismo.
Lo mismito.

Ejemplo de vida, es Pelusita.
Quien una vez manchó la pelota, a quien se le escapó la tortuga, a quien le cortaron las piernas, y tantas otras cosas más.
Pero yo no le creo, porque lo que él hizo, al fin y al cabo,
fue sobrevivir.
Como vos, pichón.
Como todos.
Gracias por mostrar que a la vida se le puede hacer un gol con la mano,a pesar de ser jodida;
muy jodida;
re jodida.
Total, la pelea por la justicia y por la belleza vale la pena también cuando se pierde.

Te abraza, con todo cariño,
Eduardo"

domingo, 2 de mayo de 2010

El paquete de Galletitas

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación, le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletitas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.
Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.
La mujer se molestó por esto. No quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado. Acto seguido, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirándola, la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta.
La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la última galleta.
_ “No podrá ser tan descarado”, pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletitas.
Con calma, el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de su última galletita a su compañera de banco.
_” ¡Gracias!”, dijo, irónicamente, la mujer, tomando con rudezas aquella mitad.
_”De nada”, contestó el joven, sonriendo suavemente, mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida…
La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el banco y pensó: “¡Que insolente, que maleducado, que ha de ser de nuestro mundo!”. Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Entonces, abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletitas intacto.

Javier. E. Gordillo
Junio de 2009


Publicado en "Revista Sudestada", Número 81, Agosto de 2009.
Muchas gracias a por haberme dado la generosa oportunidad de publicarlo.
Y a ustedes, lectores, espero que lo disfruten tanto como yo disfruté al escribirlo.